SEÑOR VERRI.- Señor Presidente:
podemos decir, sin temor a equivocarnos, que la asistencia médica colectiva
nació en Uruguay hace 160 años; los mismos que el pasado 25 de setiembre
cumplió la Asociación Española Primera de Socorros Mutuos, institución a la que
hoy queremos homenajear.
La
iniciativa de este reconocimiento surge de nuestro compañero, el señor Diputado
Guillermo Facello. Creemos que él debería estar haciendo uso de la palabra en
este momento, pero por ser funcionario de la institución se ha excusado y nos
ha solicitado que, como coordinadores de la bancada, lo hiciéramos en su
nombre. A título personal debo expresar que es un honor para mí hacerlo.
La
Española es, como decía, el inicio de un nuevo tiempo y de un nuevo concepto en
la asistencia en salud, no solo en Uruguay sino también en América toda. A las
instituciones de este tipo se les conoce como mutualistas. El mutualismo surge
como un requerimiento de las clases más desprotegidas en procura de atender
algunas necesidades básicas, que de otra forma no podrían enfrentar, por ser
muy onerosas.
La
acción del mutualismo se basa en la protección colectiva de los miembros, de
los grupos de trabajadores, de los inmigrantes y sus familias, a través de un
fondo común para su propia subsistencia. Había que lograr la protección para el
individuo y su grupo familiar ante dificultades en materia de salud; lograr, en
definitiva, el socorro de sus afiliados.
Es
así que en Francia, en Inglaterra y en otros países que comenzaban a volcarse
al mutualismo, aparece la solidaridad imprescindible para generar condiciones
de vida acordes. La proyección del mutualismo español avanzó en América Latina
y tiene a Uruguay como punto esencial y de partida. Los inmigrantes que
llegaban a Uruguay, desarraigados de sus familias, necesitaban amparo, algo más
de lo que el joven país les podía brindar generosamente. Así se fue forjando en
un grupo de españoles la idea que hoy cumple 160 años.
Debemos
recordar que esos inmigrantes, esas comunidades de inmigrantes que llegaban al
país a mediados del siglo XIX, venían a buscar un futuro mejor con una enorme
esperanza, obligados a abandonar sus países por la miseria, el hambre o la
guerra. Venían a un recién nacido país, muy pequeño, pero que les permitía
abrigar la esperanza de un mañana mejor; solo traían sus manos y las ganas de
progresar; venían literalmente con lo puesto. Muchos de nosotros, por no decir
casi todos, somos descendientes de esos inmigrantes que entregaron la vida a
esta patria y nos legaron lo que hoy somos.
Esos
españoles, que en aquella época fundaron La Española ‑gallegos, vascos,
andaluces, catalanes y demás‑, no tenían materialmente nada, pero poseían un
bagaje espiritual impresionante, fe en ellos mismos, además de coraje, sueños,
ilusiones, esperanzas, valor cívico, solidaridad y, por supuesto, encontraron
un país que les brindaba esa oportunidad.
La
Española nació, creció y se consolidó sobre esas bases, las de un sistema
solidario de atención médica integral, con el fin de atender las necesidades en
esa materia.
Para
recordar esa época, permítaseme trasmitir algunos datos extraídos de
documentación que consultamos.
El
proceso fundacional comenzó el 4 de setiembre de 1853, cuando se reunieron a
instancias de los señores Miguel Roldós, José María Buyo, y José María Cordero ‑en
la casa de este último‑, los señores Jacinto Olivelles, Rosendo Oliver, Joaquín
Solé, Eduardo Ariza, Antonio Buxio y Manuel Vallejo. Se cree que fueron varias
las reuniones antes de la constitutiva, realizada el 25 de setiembre de 1853 en
la calle Cerrito 245 de la ciudad de Montevideo, es decir, hace 160 años. Allí
se aprobó el reglamento que dio origen a la institución.
De
sus principales impulsores, podemos decir que el señor José María Buyo nació en
Cádiz, en 1829, y que trabajaba como empleado de comercio. Conjuntamente con el
señor Cordero, presentaron el proyecto de reglamento. En aquella reunión
constitutiva, fue designado Subdirector, y en 1855 se trasladó a Rosario, Santa
Fe, conjuntamente con el señor Miguel Roldós. Cuando regresó a Montevideo,
vuelve a ocupar la Secretaría de la Asociación.
El
7 de junio de 1857 funda la Asociación Española en Rosario, la segunda en
América. El 20 de diciembre de 1857 funda la Asociación Española de Socorros
Mutuos de Buenos Aires, tercera en América y segunda en Argentina. Quiere decir
que no les alcanzaba con hacer esfuerzo solamente en la patria que habían
adoptado sino que también lo estaban haciendo en otras ciudades de América.
Podemos decir que esas dos instituciones son hermanas de la mutualista
uruguaya.
Además,
fue el primer administrador del diario "La Nación" de Buenos Aires,
acompañando nada menos que a Bartolomé Mitre en la dirección de esa prestigiosa
publicación.
Otro
de sus impulsores y fundador fue el señor José María Cordero, quien también
nació en Cádiz en 1823, hijo de madre portuguesa y padre español.
En
diciembre de 1837 embarca con su padre desde su Cádiz natal con rumbo a
América, llegando a Uruguay en junio del año siguiente. A los pocos días,
comienza a trabajar en la casa del señor Miguel Vilardebó, donde ganaba
$ 8 por mes. En enero de 1840 decide cambiar de trabajo porque necesitaba
ganar más dinero para ayudar a su padre; pasó a trabajar en otra casa, donde
ganaba $ 12 por mes.
Su
padre trabajaba en el Café o Posada de los Amigos y, con el esfuerzo de ambos,
remitían giros o letras a Cádiz, donde había quedado su familia. Destaco esto
para que veamos el desarraigo que sufrían nuestros antepasados inmigrantes y
los esfuerzos que debían hacer para ayudar a sus familias, algo muy similar
pero inverso a lo que después muchos uruguayos realizaron en estos tiempos,
esparcidos por todo el mundo.
Pero
ese esfuerzo también lo volcaban a trabajar por el crecimiento y la
consolidación del país. Adviértase que en ese mismo año, 1840, funda con don
Cayetano Rivas el Liceo de Montevideo. Además, tiempo después, funda la
Sociedad del Magisterio y el Instituto de Enseñanza Pública.
Trabajó
al lado de los antiguos maestros y de grandes patriotas, como el doctor Plácido
Ellauri, Isidoro de María, Pedro Giralt, Juan Manuel Bonifaz y Blas Vidal.
Entre sus muchos discípulos, tuvo nada menos que a don José Pedro Ramírez.
El
Hermano Damasceno, en su Ensayo de Historia Patria, destaca a Cordero por sus
dotes de educador y colaborador con Manuel Oribe, fundando el colegio en Villa
Restauración, del que fuera su profesor más preciado.
Cordero
se casó con doña Rosario Díez de los Ríos, con quien tuvo varios hijos, algunos
de ellos bastante conocidos. Falleció el 10 de diciembre de 1891 a los sesenta
y siete años.
Por
último, hablaremos del señor Miguel Roldós, nacido en Barcelona en 1831; era
empleado de comercio en 1853. Fue nombrado Director en esa reunión constitutiva
y, consecuentemente, miembro fundador, ya que había sido uno de sus promotores.
Formó parte de la Dirección Provisoria. Como ya dijimos, en 1855 se trasladó
conjuntamente con don José María Buyo a Rosario, lugar donde falleciera tiempo
después.
Cabe
destacar la madurez de estos impulsores: Buyo tenía veinticuatro años, Roldós
veintidós años y Cordero treinta años
Entre
los primeros fundadores y socios de La Española existió una gran diversidad de
profesiones u oficios, como hoy, pero en un número mucho menor: fondistas,
sastres, impresores, albañiles, carpinteros, maestros, zapateros, confiteros,
libreros, pintores, ebanistas, cigarreros, panaderos, herreros y hasta algún
médico y cirujano. Muchos de estos oficios han desaparecido en nuestros días.
Entre
sus procedencias, los hubo de Vizcaya, de Cádiz, de Barcelona, de Gerona, de
Galicia, de Valencia, de Castilla, de La Coruña y de varias localidades más.
Debemos
destacar que la difusión de esta práctica mutual se comenzó a repetir también
por parte de la Asociación Española en varios lugares del interior, donde se
fundaron varias Asociaciones Españolas de Socorro Mutuo: en Salto, en 1867; en
Colonia, en 1871; en Canelones, en 1872; en San José, en Trinidad, en Las
Piedras y en Florida.
Además,
la importancia de la creación de La Española no puede ser analizada si no
miramos la realidad de esa época efervescente de nuestra recién formada nación.
Tan solo dos años atrás había terminado la Guerra Grande. Un año antes, en
1852, asumió la Presidencia de la República don Juan Francisco Giró pero,
exactamente el día antes de la fundación de La Española, debió renunciar por
serios y graves problemas políticos y por la intromisión brasileña. Entonces,
el país fue gobernado provisoriamente por un triunvirato compuesto por Rivera,
Lavalleja y Flores.
Estos
acontecimientos engrandecen aún más la decisión tomada de fundar esta
institución. Nos imaginamos que no debe resultar fácil en medio de esa
inestabilidad institucional emprender algo tan grande y duradero. Nuestro país
tiene ciento ochenta y tres años de vida independiente y la institución que
estamos homenajeando, ciento sesenta años.
Es
claro que La Española acompañó la consolidación de nuestra vida independiente
casi desde sus inicios y que, por tanto, sufrió las vicisitudes de todas las
épocas pero, por sobre todo, tal vez la más difícil sea la de su fundación, en
el marco de un proceso político fermental dominado por los caudillismos,
explicado en el surgimiento de nuestras dos divisas fundacionales pocos años
antes. ¡Qué fácil resulta hoy decirlo y analizarlo, pero qué difícil debe haber
sido en esos tiempos llevar adelante esta formidable iniciativa por parte de
estos inmigrantes españoles!
Según
las notas de la época, Montevideo no tenía por esos años más de setenta mil
habitantes; solo tenía un hospital de caridad y en las ciudades del interior se
fundaron no muchos más: uno en Paysandú, en 1860, otro en Salto, en 1878, y
casi seguramente otro en Tacuarembó durante los años anteriores a la década del
ochenta.
Como
se verá, los ricos podían costearse la atención médica que les hiciera falta;
los pobres solo contaban con esos pocos hospitales que, al decir del ex señor
Senador Alberto Cid, era más un lugar para el bien morir que para sanar.
Posteriormente,
se fueron introduciendo modificaciones al reglamento de La Española y, en 1863,
se permitió ser socios a los hijos de los socios. En 1871, se permitieron
socios de nacionalidad oriental y de otros orígenes. Casualmente, el primer
socio oriental fue el niño José María Añón, quien tenía doce años en ese
momento, y que años después fuera Director General de La Española y fundador de
otra de las empresas emblemáticas de nuestro país: Cutcsa, Compañía Uruguaya de
Transporte Colectivo Sociedad Anónima.
Como
dato llamativo pero propio de la época, las mujeres fueron admitidas en La
Española recién en mayo de 1906, y figuran en ese mismo año 73 socias.
A
lo largo de sus 160 años, el crecimiento se vio reflejado en la cantidad de
locales y actividades que desarrolló. Primero, estuvieron ubicados en el
entorno de la Plaza Matriz. El primer predio se adquirió en mayo de 1871, en la
calle Queguay ‑hoy Paraguay‑ entre San José y Soriano, en lo que hoy es
Paraguay Nº 1273, actual sede de la Asociación de Diabéticos del Uruguay y
a la que se vendió la propiedad en mayo de 1970.
El
1° de enero de 1889 se coloca la piedra fundamental del Hospital Asilo
Español, inaugurándose el 1° de mayo de 1909, que sirvió durante muchos años
para la atención de los asociados de La Española, que en 1923 pasó a
denominarse "Hospital Sanatorio Español", y funciona hasta el
presente.
El
servicio de Atención Permanente se estableció para comenzar a funcionar en el
local social de la calle Paraguay 1273, desde enero de 1918, siendo el médico
del primer turno el doctor José F. Arias.
En
1924 se adquirió un predio en Bulevar Artigas 1455, inaugurándose allí en 1926
el Sanatorio Social que sería ampliado en 1928, 1942, 1947, 1950 hasta 1965. En
1951 se trasladan a esas sede las policlínicas y oficinas y en el año 2002 se
inauguró el Sanatorio Óscar Magurno.
En
2005 se inaugura el Centro de Terapia Física y Medicina Deportiva,
transformándose así La Española en el complejo mutual más importante de América
Latina.
Otros
locales cercanos sobre Bulevar Artigas fueron adquiridos en noviembre de 1960 y
diversas sedes fueron incorporadas desde 1953 para policlínicas zonales en Paso
Molino, Brazo Oriental, Cerro, Unión, Maroñas, Pocitos, Carrasco, Atlántida,
Piriápolis y Punta del Este, además de sedes secundarias en Canelones, Las
Piedras, Solymar, Salinas y Pando.
También
se construyeron panteones sociales, primero en el Cementerio Central,
llegándose a construir un total de 8 panteones. El primer panteón de la
Asociación Española aparece registrado el 12 de setiembre de 1878 en el
Cementerio del Buceo, que posteriormente continuó ampliándose, y en 1915 se
autoriza la construcción de 18 panteones más.
En
setiembre de 1953 se coloca la piedra fundamental del panteón multicelular con
capacidad para mil doscientos cuerpos y veintitrés mil urnas, habilitado el 14
de junio de 1958. La Asociación Española también cuenta con panteones para sus
asociados en los Cementerios del Cerro y del Paso Molino.
En
lo social, se destacó siempre la actividad para consolidar y arraigar la
identidad de la colectividad española, principalmente con los famosos paseos
campestres que, más tarde, en 1915, la llevaron a adquirir el Campo Español, un
hermoso predio sobre el arroyo del Cerrito, donde durante décadas se realizaron
famosas romerías.
Setenta
años después, en 1975, se procede a escriturar la transferencia del bien a la
Dirección Nacional de Viviendas, destinándose la mitad de lo obtenido al Hogar
Español de Ancianos y el resto a acrecentar el patrimonio social de la
Asociación.
Como
grato recuerdo queda la denominación dada a la zona, "Villa
Española", y el nombre de una de las calles adyacentes, que recuerda la
memoria de Juan Vicente Arcos, iniciador de esta rica experiencia recreativa.
Pero
homenajear a la Asociación Española sin recordar a quien durante 60 años fue su
más grande impulsor, al menos para nosotros, significaría un homenaje
incompleto. Me refiero al señor Óscar Magurno, con quien tuve el privilegio de
compartir algunos meses como Diputado, y de quien hablarán mejor que yo quienes
compartieron con él más tiempo. De todos modos, haré una breve reseña.
Magurno
sirvió a la Asociación Española con un fanatismo casi religioso, se podría
decir, porque nadie se dedica a su trabajo durante 60 años de la forma en que
él lo hizo si no se siente parte de la obra y si no la lleva en el corazón.
Óscar
Magurno ingresó a la Asociación Española el 30 de setiembre de 1943 como
cadete, cuando solo tenía 12 años y ganaba $ 2,5, más el abono, según
decía. En uno de los tantos reportajes que le hicieron decía que no tenía
horario, que hacía horas extra ‑que en esa época no se cobraban‑, pero que no
le alcanzaba con hacer más horas; encima se quedaba más tiempo para aprender. A
los dos años de su ingreso, se genera una vacante de auxiliar administrativo y
el señor Magurno solicita ese cargo. Le dijeron que era muy joven, que con 14
años no podía desempeñar ese cargo. Entonces, cuenta que habló con el Gerente y
le dijo que, a pesar de la edad, se sentía en condiciones de desempeñar el
trabajo, porque en los ratos que se quedaba fuera de hora había observado cómo
hacerlo, había aprendido. Convenció al Gerente y le dieron el cargo a prueba
por 3 meses. Duró 60 años y ¡vaya si superó la prueba! Finalmente, se convirtió
en el administrador y el gran responsable del crecimiento de la institución en
su última etapa.
Cuenta
don Óscar que no pidió ese cargo porque le sobraran carácter o coraje sino
porque necesitaba ganar más.
Durante
toda su carrera de administrador, Magurno estuvo siempre en la Asociación
Española a las 6 de la mañana, según dicen los que lo conocen, para recorrer
todo, para hacer sentir una presencia que no atemorizaba nunca, pero que
infundía el respeto necesario para que las cosas funcionaran bien. No tenía
sábados ni domingos ni feriados porque, según él mismo decía, los enfermos
tampoco tienen fecha para enfermarse y lo necesitaban todos los días.
Tendió
la mano a todos, sin distinción de raza, de religión ni de partidos; tampoco
preguntaba si se tenía para pagar o no; había que ayudar y allí estaba Magurno.
Tendió la mano a muchos en momentos difíciles del país. ¿Pero acaso no era ese
espíritu solidario el que impulsó a los fundadores 160 años antes para crear
esta magnífica obra?
Sin
duda, Óscar Magurno es un ejemplo de trabajo, inteligencia, fortaleza y
entrega, que dio a la Asociación Española un sello de mayor grandeza aún, al
igual que muchos otros grandes hombres que ha tenido esta institución, pero es
por sobre todo el más fiel representante de una obra social que comenzó hace
160 años con espíritu solidario y fraterno.
Por
hombres como sus fundadores ‑como Magurno y como muchos otros‑ hoy la
Asociación Española es el mayor centro hospitalario de América. Cuenta con
26.500 metros cuadrados para la atención en los distintos niveles de servicios
y con 452 camas.
Además
de 4 sedes secundarias, cuenta con 13 policlínicas zonales y 4 unidades de
internación extramuros. La institución ofrece 6 centros de tratamiento
intensivo: general o polivalente, pediátrico, de cirugía cardíaca, unidad
cardiológica, neuroquirúrgica y neonatal, todos ellos equipados con tecnología
de última generación y supervisados en su mayoría por Profesores Grado 5.
Posee
5 Institutos de Medicina Altamente Especializada: el Servicio de Cirugía
Cardíaca; el de Cirugía del Aparato Locomotor, donde se implantan prótesis de
cadera y rodillas; el Servicio de Electrofisiología Cardíaca; el Centro de
Quemados, en el que se brinda asistencia integral con las salas de CTI y de
Cuidados Intermedios; el Centro de Diálisis para pacientes agudos y crónicos; y
una Unidad de Trasplante de Médula Ósea para niños y adultos, en la que se
realizan trasplantes autólogos y alogénicos.
Ofrece,
asimismo, el único Centro de Tratamiento y Rehabilitación para las Adicciones
en el mutualismo, y el Hospital Oncológico Diurno.
Asimismo,
cuenta con 39 camas para cuidados intensivos, 80 para cuidados intermedios y
322 para cuidados convencionales. El Centro de Quemados cuenta con 3 camas; la
Unidad de Trasplante de Médula Ósea con 5; la Unidad de Trasplante de Médula
Ósea Pediátrica con 3; el Centro de Diálisis con 2; la Emergencia con alrededor
de 14 camas. Así podríamos seguir enumerando la cantidad de camas con que
cuenta la Asociación Española.
Además,
debe destacarse que cuenta con el Centro de Recuperación para Pacientes Neurológicos,
Quirúrgicos, Ortopédicos, Traumatológicos, que tiene 28 camas, y con el Centro
de Atención Psicogeriátrico, que cuenta con 36 camas.
Lo
que comenzó hace 160 años con apenas un puñado de inmigrantes, hoy cuenta con
187.000 asociados, 7.500 funcionarios médicos, técnicos, paratécnicos,
enfermeros, nurses, oficiales, ayudantes en todas las áreas, personal de
servicio, administrativos y gerentes.
Para
concluir, podemos decir que la Asociación Española es uno de los símbolos más
emblemáticos que expresa las más altas virtudes de este país formado por
inmigrantes: la virtud de la solidaridad, esa solidaridad que hermana a todos
los integrantes del género humano en una relación de amor, de ayuda, de afecto,
de alegría y de sentimientos compartidos. Es esa la solidaridad que ha volcado
al país la Asociación Española Primera de Socorros Mutuos.
Gracias
a todos los que hoy hacen La Española, a sus funcionarios, a sus técnicos, a
sus administrativos, a sus gerentes, a su Directorio y a sus afiliados, por
esta fantástica obra. ¡Felicitaciones por estos 160 años!
Solo
queremos pedir una cosa más en nombre de todos: sigan dando el ejemplo y
mirando hacia el futuro.
Gracias,
señor Presidente.